miércoles, 16 de septiembre de 2015

El diario de un viajero


Tarde gris de septiembre, me pregunto por qué estoy sentado aquí, absurdamente cuestiono mi existencia ¿Quién soy yo?, ¿Cuál es el motivo de estas letras?, ¿Por qué debería escribir con ironía una realidad que se plasma en mi vida? Una subsistencia tan real como yo, como tú, quizá como esos  momentos que en alguna oportunidad pintamos juntos. Ahora solo quedan recuerdos que llegan así, inesperadamente y me roban mi calma, mi tranquilidad. ¿Cuánto tiempo ha pasado? y tú, tú  sigues ahí, con el olor a café en las mañanas, con el dulce beso de otra boca, en mis atardeceres y las noches más frías, en esa canción que solíamos cantar y algún otro poema que escribía para ti.
2 de mayo, 5:30 am, es el día de mi vuelo, justamente hoy. Mierda! ¿No había una peor fecha para realizar mi viaje? Me siento nervioso, entro al aeropuerto y me piden el pasaporte, empiezo a temblar y me miran fijamente.
 -¿Motivo del viaje?, me preguntaron a quemarropa y sin saber que responder simplemente dije:
Turismo...  y así comenzó un nuevo cambio en mi vida. Volvía a sentir miedo, pero no era ese miedo absurdo y masoquista como cuando sientes miedo de perder a alguien, sentía miedo porque no sabía qué camino tomar, ni siquiera para dónde ir. Por un segundo solo miraba a mí alrededor y me sentía irónicamente enamorado. Sí, enamorado de la vida, pensaba hasta donde he llegado y cuanto he luchado por estar aquí, incluso peleando con mi propio yo, ese que ama  la literatura, las buenas canciones y el amor. Ese bohemio que regala sus mejores sentimientos sin esperar nada a cambio. Buenas esperanzas, eso es lo único que tengo para dar.
Observaba tanta gente en su afán, unos regresando a casa, otros mirando la tarde caer, llovía, sentía frió, hambre. Pero estaba tranquilo y era espectacular, sobretodo porque no estaba pensando en ti. 
Continuaba con mi travesía, divagaba por varios lugares, despertaba mi alma con cada paso recorrido  y al observar el horizonte llegabas tú de nuevo, sin previo aviso, sin permiso. Llegabas a ahogarme de nuevo en un mar de pensamientos que eran tan absurdos y tan reales como tu dulce crueldad.  
Hoy desperté y sin recordar lo que había soñado tuve que comenzar mi día, escuchaba el sonido de los arboles mientras golpeaban con el viento, camine 5 pasos y me detuve, la briza acaricio mi rostro y levante mi frente justo cuando el sol se reflejaba en el lago con su mágico resplandor. Suspiré y era la primera vez que no le había echado la culpa al amor. Continué con mi día, confiando en lo desconocido, en lo incierto y como único reto, dar un paso adelante sin mirar atrás.
Hoy una niña se acercó inesperadamente, quería hablar conmigo, ella tenía una apariencia no muy extraña pero sus cejas eran muy pobladas, se unían en una sola línea. Tal vez venia de un lugar donde la vanidad y lo superficial sea lo de menos, era de una familia muy adinerada que viajaba por todo el mundo conociendo muchos lugares y aprendiendo de las diferentes culturas. Empezamos a hablar, quede  simplemente impresionado de su personalidad y su fluencia al momento de hablar español sabiendo que no era su lengua nativa. 
Estábamos sentados alrededor de una fogata comiendo masmelos con chocolate, me hablaba de los libros que había leído, sus frases más conocidas, su opinión con respecto a Dios y lo divino. Afirmó que ella ha conocido muchas religiones y  prefiere creer en la ciencia, más no en cosas espirituales o de Dios.
Mientras la escuchaba sólo recordaba cuando era niño, cuando solía soñar en grande y le pedía a Dios que bendiga mis ilusiones, me dé la fortaleza para continuar y  me acompañe a recorrer mi camino porque me sentiría incompleto sin él.
Y entre tantos recuerdos, rumbos desconocidos y delirios de amor, escribo para desahogarme. Irónicamente el pasado podría ser mi nuevo destino. Pero reviso mi diario y ya no estás ahí, entonces deberían comenzar a escribir un nuevo día sin ti.
  Cristian Duque